Paqui y Paco

Te voy a contar una historia.

Va de dos hermanos que no se tragan.

Son Paqui y Paco, y no tienen nada en común.

Paqui es la artista de la familia.

Desde siempre; quizás porque es la menor. La caprichosa, la inconformista, ya sabes…

Hace lo que le da la gana y lleva la vida que le gusta: vive en el campo, pinta y hace piezas de cerámica.

Lo malo es que nunca tiene un duro. Está a punto de cumplir los cuarenta y aún tiene que oír eso de

“búscate un trabajo de verdad”.

Para colmo, con la crisis han bajado mucho los encargos, y todavía le cuesta más vender sus obras. Está en números rojos y empieza a desanimarse.

A su hermano Paco, en cambio, se le dan bien los negocios.

Se dedica al marketing y es bueno vendiendo packs de turismo.

Paco, el primogénito, el responsable, el que estudió una carrera.

Siempre se ha burlado de Paqui.

Que si eres una soñadora, que a ver cuándo maduras, que toques ya de pies en el suelo…

Naturalmente, para Paqui,

Paco es un maldito capitalista, un materialista insensible. Solo piensa en números y no valora la familia ni las cosas importantes de la vida. ¡Bah!

Pero, desde hace unos años, Paco ha ido viendo disminuir sus ventas.

No salen tantos packs.

Sus clientes compran en internet a grandes grupos multinacionales, empresas con las que no puede competir. Tienen un presupuesto mucho mayor para invertir en publicidad y SEO, y están mejor posicionadas en internet.

Y, encima, el coronavirus… La cosa es que, desde que empezó la epidemia,

Paco no ha vendido NADA.

Ya lleva meses sin ingresos, pasa de los cuarenta y no ve el futuro demasiado claro.

Por primera vez en su vida, él, el Paco triunfador, empieza a deprimirse.

Y para colmo, se acerca la Navidad…

Estando en este plan, pensando estas cosas tan poco esperanzadoras, el otro día lo llamó Paqui.

– Hola, imbécil. ¿Has recibido correo postal? Ya sabes, de papel, del de antes.

– Hola, niñata. ¿Quién envía cartas hoy en día? Hace días que no lo miro.

– Pues mira en el buzón, capullo. Mamá nos ha escrito.

Mamá es puro sentido común. 

Hay una epidemia, viene una crisis del copón… pero ella sigue con las cosas de cada día. Como cuando tuvimos el primer desengaño y ella nos decía “tú lo que tienes que hacer es estudiar inglés», o «hazte la cama antes de salir”. 

Mamá es un faro, una luz y un amor; qué te voy a contar que no sepas.

Por eso, imperturbable al avance de las tecnologías, cada año Mamá les envía una carta antes de Navidad.

La semana que viene toca comida familiar, y este año

Mamá tiene algo que decirles.

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