Capear el temporal

Capear el temporal

Hace muchos años, Bernard se encontraba en medio de un temporal, solo, cerca del Cabo de Hornos.

Para un velero pequeño, un temporal es una situación peligrosa, algo que puede poner en riesgo tu vida. Lo que ahora llamaríamos una putada.

Hay muchos tipos de putadas, como bien sabes. Si lees esto en dos mil veinte, puede que te encuentres capeando un temporal en forma de pandemia.

Ante unas circunstancias tan delicadas como las de Bernard, tienes que ponerte “a la capa”; lo que se llama “capear el temporal”. Se trata de frenar el velero e ir trampeando la situación hasta que pase y vengan tiempos mejores.

Evitar el temporal.

No te aburriré con detalles técnicos ni atmosféricos, pero la regla número uno del navegante es evitar el temporal.

Eso si lo puedes prever, pero Bernard no lo previó y se lo encontró encima. (Como tu ahora, querido lector de dos mil veinte).

Entonces entra en juego la regla número dos del navegante. La regla número dos del navegante dice que, si te encuentras el temporal encima, tienes que procurar estar en él el mínimo tiempo posible. De manera que, si te lo has encontrado de cara, lo dejarás pasar poniéndote “a la capa”; y, si lo tienes de popa, “corriéndolo”.

Te adjunto un gráfico para que se entienda mejor.

Esto se hace con la ayuda de una ancla flotante. Si el temporal te viene por la popa –de culo, dijéramos– se dice “correr el temporal”, y pondrás el ancla flotante en la popa.

Con cualquiera de las dos maneras se consigue lo mismo:

Dejar pasar el marrón.

Bernard se encontraba en medio de un temporal que le venía de popa. Con el velero frenado y su ancla flotante. Pero la cosa duraba muchos días; de hecho, estaba en una zona –el Cabo de Hornos– donde los temporales son muy freqüentes.

Estaba en una zona de marrones. No tenía claro que la mejor idea fuese estar parado y esperar a que pasaran…

Y Bernard tomó una decisión que va contra las reglas de los navegantes.

¿Qué hizo Bernard?

Largó la ancla flotante que frenaba el barco, y eso provocó que el velero fuera empujado brutalmente por el temporal.

¡¿Qué haces, Bernard?! ¿Te has vuelto loco?

De ninguna manera. El velero iba a toda leche en medio del temporal, sí; con olas inmensas de popa, ciertamente. Daba mucho yuyu, no lo negaremos. Peeero…

¡Podía navegar!

Y esto quiere decir que podía maniobrar el barco, permitiéndole planear las rompientes que venían de popa. Dicho de otra manera: podía avanzar.

Bernar avanzó tanto, que al cabo de poco ya estaba fuera del temporal. Con el tiempo y los años, escribió este libro para contar la aventura, y que el mundo aprendiera una nueva lección: “La velocidad puede ser un factor de seguridad”.

A veces es preferible avanzar, que esperar a que pase.

La cosa sería un poco como ir en bici: mientras te mueves, mantienes el equilibrio; pero si paras, te caes.

Los manuales de náutica, al menos los que sirven para estudiar y sacarte un título de patrón, aún te enseñan que hay que correr un temporal de popa. Pero no te dicen toda la verdad.

Hace años que Bernard está en el Cielo de los Navegantes, y ahora lee este blog (es Suscriptor de Honor). Me guiña el ojo y me dice que te diga que, si estás en el dos mil veinte, largues la puta ancla flotante y que planees las putas olas de popa. Que la velocidad es un factor de seguridad, y que intentes salir de este temporal tan pronto como puedas.

Lo que no te dice es cómo.

¿Tú cómo lo harías? 

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